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sábado, 11 de octubre de 2008

EL DESARROLLO DEL ADOLESCENTE




Es imposible hablar en términos específicos de un adolescente típico, pero hay ciertas facetas del desarrollo que los jóvenes tienen en común. Havighurst destaca diez "tareas de desarrollo" de los adolescentes. Por tareas de desarrollo, él quiere decir áreas de desenvolvimiento natural para esta época de la vida. He aquí la lista de Havighurst de lo que el adolescente necesita para
transformarse en adulto:




1. Lograr relaciones nuevas y más maduras con los compañeros de su misma edad y de ambos sexos.
2. Desarrollar su papel social masculino o femenino; o sea, lo que es ser hombre o mujer con sus propios recursos y habilidades.
3. Aceptar su condición física (o papel sexual) y utilizar su cuerpo en una forma efectiva.
4. Lograr una independencia emocional de los padres y de otros adultos.
5. Alcanzar la seguridad de una independencia económica.
6. Elegir y prepararse para una ocupación.
7. Prepararse para el matrimonio y la vida familiar.
8. Desarrollar sus habilidades intelectuales para poder vivir en el mundo adulto y los conceptos necesarios para la competencia cívica.
9. Desear y lograr un comportamiento aceptable ante la sociedad. (Nota: Aunque el adolescente suele presentarse en contra de las normas aceptables al público en general, siempre busca la aceptación de un elemento de la sociedad, la de su grupo o de su propia edad y
altura social.)
10. Adquirir un conjunto de valores y un sistema ético que sirvan de guía a su comportamiento.



Es preciso notar lo que es común entre estas tareas:



(1) están orientadas y centradas en el comportamiento;
(2) hacen necesaria una gran diversidad de aprendizaje;
(3) la oportunidad para lograrlas tiene lugar durante un restringido período;
(4) son comunes a todos los jóvenes;
(5) y más importante aun es que definen áreas que interesan a los adolescentes.



Por razones de simplificación, vamos a enfocar las tareas de desarrollo bajo sólo cuatro facetas: la física, la emocional, la intelectual y la social.



1. El Desarrollo Físico
Los cambios físicos en los adolescentes a veces parecen ser tan rápidos que uno imagina que ve una transformación veloz ante sus propios ojos. Y así lo es. Estos cambios fisiológicos en el adolescente son los que le transforman de niño(a) en adulto(a). Este aspecto físico de la adolescencia se llama la pubertad, aunque comúnmente hablando, la pubertad se entiende como la época cuando se inicia el desarrollo definitivo del cuerpo pareciéndose al de un adulto. Bien puede llamarse este proceso un "milagro hermoso".



Los cambios son tanto externos como internos, o sea que hay glándulas que comienzan a funcionar causando muchas variaciones que se ven en la piel y en la actividad física del joven. En este período el corazón casi se dobla en tamaño y también los pulmones. Las secreciones de la glándula tiroides producen un aumento de energía resultando en una tendencia de querer estar activo hasta muy tarde, aunque este es el período cuando el cuerpo demanda más descanso
debido al rápido crecimiento del mismo. Una "maduración sexual" ocurre porque unas glándulas hacen que los vellos comiencen a aparecer en las regiones pubescentes y axilares en ambos sexos y para los varones en el pecho también, aunque normalmente este último aparece más tarde en la pubertad, igual que la barba.



Estrogen, la hormona femenina, comienza a incrementar en la niña entre los ocho y los once años preparando el cuerpo para su ciclo menstrual. El promedio de años para comenzar la menstruación es de trece años y medio; siendo los límites o extremos para iniciar entre los diez y los dieciséis años.



El terrible acné o "barritos" se forman es este tiempo debido al incremento de actividad de las glándulas sudoríparas y las que producen aceite para la piel. A veces estas glándulas crecen más rápido que los poros del cutis y producen demasiada secreción, dejando que se tapen los poros. También la dieta y las emociones figuran en estas irritaciones de la piel. Después de una explosión de rabia o encuentro "caluroso" el adolescente suele sufrir una sobreestimulación de estas glándulas y por lo consiguiente el acné aparece en mayor cantidad.



Ahora bien, lo que nos interesa es el efecto que tienen estos cambios físicos sobre el joven y su actitud hacia él y hacia la vida. La aceptación de uno mismo por lo que es, es esencial para lograr una madurez emocional, y los cambios físicos inevitablemente dejan su huella sobre aquella aceptación. A veces se siente anormal por lo que le está sucediendo en su cuerpo y porque otros lo comentan. Su apariencia toma una suma importancia en este tiempo porque es parte de su esfuerzo consciente de relacionarse o presentarse a otros. Como otros lo vean es de mucho valor para el adolescente.



En realidad la apariencia, cómo se viste y se presenta reflejan el grado de su aceptación o desprecio de sí mismo. El tamaño del joven figura en su comportamiento también. Si es más grande que los demás, puede verse como el matón. En contraste, el que es más pequeño suele hacer mucha bulla, de pelear, o ser payaso para aparentar que está seguro de sí mismo. Si el joven está adecuado, físicamente hablando, y más aun si es atleta o de buen parecer, tiende a confiar en estas habilidades y características por su popularidad y, a veces, por su razón de existir; pero tiende a descuidar otros aspectos de la vida como la fe religiosa y los estudios.
El adolescente en su pubertad suele ser tanto fuerte como torpe. Por la fuerza trata de probar su cuerpo en los deportes, las largas horas de actividad y la experimentación con alcohol, drogas, fumar, sexo, etc. Pero al principio del proceso del crecimiento no tienen seguridad en su cuerpo, ¡porque no están acostumbrados a tener brazos tan largos y pies tan grandes! La torpeza igual
que la temprana gordura de la adolescencia normalmente causan algo de pena especialmente cuando los compañeros y los padres lo comentan, o peor, le hacen broma al respecto. Tales comentarios al adolescente a menudo le causan heridas profundas aunque él da la impresión de que no le importa. Este es el período cuando es necesario mostrarle comprensión al joven, porque lo que se ve no es todo lo que será: él está en el proceso de crecimiento.



2. El Desarrollo Emocional
El adolescente se distingue por sus cambios radicales de emoción, pero no es fácil explicar cómo o por qué piensa, analiza y actúa de esa manera. Estos sentimientos reflejan sus experiencias, o la percepción e interpretación personal de sus experiencias, si son con otros, con ellos mismos o con la vida en la escuela, en el hogar, en la calle o en el trabajo.



Es especialmente difícil para los padres entender los estados emocionales de sus jóvenes, quizá, porque ha pasado tanto tiempo desde que ellos estaban en aquella etapa que no recuerdan cómo es sentirse solo, rechazando y desequilibrado. A su vez, esta falta de recordar a menudo se expresa ante los hijos como si fuera con indiferencia, dando la impresión de no ser capaces de
comprenderles. Los adultos normalmente son más estables emocionalmente aunque podrían haber sufrido mucha inestabilidad y desorientación en su juventud. Desgraciadamente hay muchos casos en los cuales los padres se han vuelto endurecidos e intratables debido a las experiencias dolorosas de su juventud. Existe una gran necesidad de que los padres vuelvan a ser sensibles hacia sus adolescentes que ahora están pasando por las mismas pruebas, aunque son en algunas maneras distintas a las que ellos sufrieron en su juventud.



Es natural preguntarse, ¿qué quieren decir las tormentas de la emoción que los adolescentes despliegan? El doctor Reuben S. Ray comenta: La conducta observable del adolescente —su mala educación y comportamiento, su emoción voluble y explosiva, su tendencia a seclusión, su tendencia a formar "clicks" (grupos especiales de amigos) o clubs, su dificultad en comunicarse con sus padres— no son reflexiones claras de su persona real, sino son el calor y humo del
proceso del crecimiento.



Lo que se espera de los jóvenes es que lleguen a forjar una cierta madurez en su personalidad. La primera ayuda necesaria para animarles hacia un buen rumbo es considerarlos como individuos. A veces los padres verdaderamente aman a sus vástagos mayores pero éstos no se sienten amados. Otras veces, los jóvenes rechazan el amor de los padres y los maestros (y la obediencia a
ellos) porque es una amenaza a su independencia o una barrera a que sean populares en su grupo de compañeros.




Para comprender a los adolescentes se requiere un análisis de los sentidos de inseguridad que suelen caracterizar esta época. Aunque tienen dificultades en aceptarse a sí mismos, los jóvenes quieren ser tomados en serio. Lo que ellos perciben como sus problemas es lo que realmente les aflige. Se preocupan si a otros les caen bien, o si son populares, o si el vestido o el pelo están
exactamente correctos. Cuando no se preocupan por estas cosas o cuando muestran una indiferencia hacia su aparencia y personalidad, pueden estar indicando una falta de respeto hacia sí mismo. El adolescente tiende a pensar que todo el mundo está mirándole y evaluándole. Por lo tanto, a menudo se presenta como un actor ante un grupo que espera que le entretenga. Por cierto, esta es una expresión del egoísmo y la inseguridad.


Otro problema con los adolescentes y sus emociones son los extremos. Un momento se sienten encima del mundo y en otros parecen tener el mundo encima de ellos. Las explosiones de emoción estallan y dejan confusión y conflicto en saber cómo responder y tratar a una persona tan "delicada". La necesidad de los jóvenes es la de poder ventilar sus emociones y no negar que
se sienten frustrados. Más adelante, bajo la presentación de algunas sugerencias para mejorar la comunicación, discutiremos cómo tratar a "esta tendencia rebelde". Alivia un poco saber que los extremos de emociones se modifican a medida que el joven asume madurez y responsabilidad.



La madurez se origina en la capacidad emocional, aunque la capacidad intelectual le ayuda a uno poder analizar y comprenderse para corregir algunos defectos como los de su egoísmo, prejuicio, mal humor e irresponsabilidad. El motivo para madurar proviene del trato que él recibe y el subsecuente sentido de autoestima que tenga cada joven.



3. El Desarrollo Intelectual
La capacidad intelectual crece considerablemente durante la adolescencia. Alrededor de los dieciséis años los adolescentes son capaces de pensar en abstracciones como las del perdón y la salvación, cuando antes solían pensar de estos conceptos en términos de personas, eventos y lugares (por ejemplo: Jesús con Nicodemo). Sin embargo, todavía precisan ser guiados para poder comprender el significado y las implicaciones de los conceptos de la vida y de
la doctrina.



Puesto que los jóvenes también desarrollan sus habilidades creativas y pueden concentrarse por largos tiempos en algo que les interesa, hay que reconocer que el mejor aprendizaje de tales aspectos de la vida se efectúa con una buena motivación y dentro de las buenas relaciones entre el joven y sus padres o maestros.
Para poder hablar con los jóvenes hay que tener conocimiento y aprecio por la filosofía de ellos hacia la vida. La vida actual es mucho más avanzada que la de la generación pasada, de modo que los padres y los maestros deben aprovechar, usar y dominar toda clase de información asequible para no quedarse atrás o parecer anticuados en su trato con los suyos.



4. El Desarrollo Social
Esta faceta del desarrollo del adolescente abarca las relaciones que se forman con los padres, con sus compañeros, con el sexo opuesto, y con la sociedad en que se desenvuelve.
El factor predominante en la formación del niño y el joven es el del hogar. Normalmente es allí donde ellos aprenden la mayor parte de lo que saben en cuanto al amor, la aceptación, la seguridad, las relaciones significativas y el reconocimiento. El joven está limitado socialmente cuando no ha recibido una buena dosis de estas cualidades en su hogar.



Hay que reconocer que la transformación del niño en adulto no es igual en todos los hogares. Hay muchos jóvenes que no disfrutan la juventud. Presiones sociales y privaciones económicas les fuerzan a ir de la cuna a la calle, de ser niños a ser adultos, de los juguetes al trabajo, o peor, a la delincuencia. Aunque esta realidad existe, no quiere decir que aquellos jóvenes no han absorbido de sus padres, de una u otra manera, algo de formación social.



La formación social que el joven ha recibido desde su niñez toma ahora su forma definitiva debido a que ya comienza a moverse más fuera del hogar y a poner en práctica lo que allí ha recibido. Si viene de una familia donde se le ha demostrado amor, él disfrutará la seguridad de saber cómo aceptar y amar a otros. Si los padres están siempre en disensión y querellas, en sospechas y celos en el hogar, los jóvenes tendrán dificultad en encontrarse a si mismos y en
establecer relaciones tranquilas y satisfactorias con los de su propia edad.


La naturaleza del adolescente es querer ser tratado como un adulto, aunque él vive en un estado de tensión entre la dependencia y la independencia. En muchos hogares latinos los padres son autoritarios y los jóvenes disfrutan muy poco de su anhelada independencia, pero aquel dominio a veces produce mayores roces entre los padres y sus hijos adolescentes. Los padres latinos,
igual que los demás padres del mundo, desean que sus hijos maduren y que sean responsables, pero un buen número de estos padres exigen que sus hijos dependan de ellos en lo que a consejo y toma de decisiones respecta, aun cuando el hijo se haya casado o haya logrado algo de independencia económica. Un resultado de esta dependencia exigida por los padres es el de
mantener, aunque forzadamente, vinculados los lazos del hogar.



Una presión bajo la cual muchos jóvenes viven es la de una identificación con su grupo de compañeros, sea en el liceo, en el trabajo o en la calle. Muchas veces es mayor aquella tensión, produciendo fuertes deseos en los adolescentes de librarse del dominio de los padres. Por lo menos, es con el grupo que el adolescente suele descargarse por medio de hablar, jugar y pasear. Son los amigos los que sirven, aunque en competencia con los padres, para una buena
parte del desarrollo social del joven. Sirven de confidentes y para entrenarle al adolescente en las pericias sociales del trato, la conversación y el conocimiento sexual (siendo el último muchas veces información mala e inadecuada).




La relación con el sexo opuesto es parte del desarrollo social del adolescente, pero esto será parte del tema del próximo capítulo sobre la educación sexual. Al respecto también el lector puede referirse al capítulo dos de este texto que se refiere a los preparativos para el noviazgo.
El joven se desenvuelve en una sociedad que trae unas cuantas influencias sobre su formación. El también aporta algo de influencia en la sociedad. El radar juvenil está orientado hacia la inquietud del mundo. Siendo por naturaleza idealistas, los adolescentes desean y creen que pueden cambiar al mundo para que sea un lugar mejor y más justo. Son impacientes con el mirón, o con el reaccionario que quiere mantener la posición relativa o conservadora.




El señor Dyal comenta que: Ese radar especial de la juventud ve demasiado temor, sospecha y falta de confianza en la comunidad. A menos que sean hombres de fe y valor, ellos mismos caen en la trampa de la hostilidad y crean subculturas de odio, de irresponsabilidad, de pandillismo. Muchos aprenden bastante bien la lección de violencia que les dan sus mayores. Y eso no es todo lo que aprenden. Aprenden a defraudar sin sentirse culpables.



Repasando las cuatro facetas del desarrollo de la adolescencia nos damos cuenta de que existe una necesidad grande de abrir y mantener abiertos los canales de comunicación con los adolescentes. La responsabilidad mayor para mejorar la comunicación corresponde a los padres, pero todos los que tienen que ver con jóvenes deben participar en la formación de las mejores relaciones posibles con ellos.

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