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sábado, 11 de octubre de 2008

BUENAS RELACIONES CON LOS ADOLESCENTES




Aunque es difícil mantener relaciones perfectas entre personas de cualquier edad, sí existen ideales de buenas relaciones que nos sirven de metas con los adolescentes. Los problemas y las tensiones son más obvios que las soluciones. Sin embargo, he aquí algunas sugerencias para guiar, especialmente, a los padres a saber cómo mejorar las relaciones con sus hijos jóvenes.



1. Acepte Que Son Individuos.
Cada joven tiene su propia personalidad y desea ser apreciado por lo que él es, no por lo que más tarde será. El adolescente tiene el derecho de ser un adolescente, de no ser considerado como un niño, ni forzado a ser un adulto con todas las responsabilidades que esto atañe. Cuando son niños hay que mandarles y cuidarles más de cerca, pero cuando son adolescentes hay que dejarles tomar ciertas decisiones y así madurar en su juicio. Una queja frecuente de los adolescentes es que los padres tienen un modo de tomar sus decisiones y emitir sus edictos sin considerar el efecto que esto causa en sus sensibles jovencitos.



Una regla en las relaciones humanas es que el respeto engendre respeto. El observar las normas de cortesía con los adolescentes, respetar su vida privada y su propiedad contribuye a un buen sentido de confianza entre padres e hijos jóvenes. Además es de poca ayuda reprender a los hijos delante de los amigos o en público. En fin, el respeto mostrado al adolescente produce un sentido,
cada vez más grande, de estímulo que no volverá a los padres vacío. La verdad es que los adolescentes siguen el modelo que ellos ven y palpan constantemente.



2. Demuéstreles amor.
El amor es el ingrediente que nunca debe dejarse de usar libremente en las relaciones familiares. Anna Mow presenta la tesis de que los problemas que los padres tienen con los adolescentes a menudo se originan a través de una relación desgraciada entre esposos. Ella sugiere que si los cónyuges resuelven sus propios problemas y logran una expresión genuina y continua de amor,
verán que muchos de los problemas de la juventud se esfuman. Aunque su posición es un poco simplista, ella está aproximándose a la verdad: para saber amar, hay que verlo en función y experimentarlo por uno mismo. La responsabilidad de fundir amor en el carácter del adolescente corresponde mayormente a los dos padres. Uno de los problemas más graves son los hogares desprovistos de uno de los padres, especialmente si es por el divorcio o el abandono. Los adolescentes de ambos sexos dependen del ejemplo y trato de los dos padres, pues así pueden entender los papeles de la madre y del padre y comprender la función del amor en esta relación más intima de la vida.




La triste verdad es que muchos jóvenes que tienen problemas con drogas vienen de hogares carentes de amor y relaciones satisfactorias. Los padres muchas veces creen que aman a sus hijos adolescentes pero son muy negativos en la expresión de su afecto y cuidado. Es decir que tienden siempre a estar corrigiéndolos. El resultado es un negativismo constante con los jóvenes que lleva a humillarles, despreciar su autoestima, minar su confianza y comunicarles que no son capaces de ser adultos. Hay que amar a los adolescentes sin atarlos, o sea que se les permita tener suficiente libertad para cometer algunos de sus propios errores, sin que este principio sea llevado al extremo. La confianza que expresa esta clase de amor crea un espíritu de aprecio en el joven y amplía su comprensión del amor maduro. Indudablemente una de las maneras más efectivas de convencer a los hijos del amor de los padres es dedicarles tiempo para escucharles y dialogar con ellos.




3. Comuníquese Positiva y Claramente con Ellos.
La buena comunicación es uno de los factores más importantes en la formación de las relaciones felices que desean tanto los padres como los jóvenes. Se puede cultivar la buena comunicación ejerciendo unos principios esenciales:


(1) Tome el tiempo para escuchar. De otro modo no va a saber cuál es el problema que tiene su hijo o hija.
(2) No esté demasiado apurado para reaccionar, juzgar o proveer una respuesta hasta que haya oído cuál es la preocupación real que le afecta a su hijo.
(3) Trate de escuchar con simpatía e identidad cuando el adolescente esté frustrado. Le frustra más recibir un "sermón" sobre como él debe estar reaccionando ante su crisis. Produce una mejor aceptación para el joven si le responde con palabras afirmativas tales como: "Sé que estás dolido". "estoy seguro de que tú te sientes defraudado", o "tienes que haberte sentido frustrado".
(4) Hay que respetar la perspectiva o interpretación del joven de lo que él dice que es su problema.
(5) Afirmaciones y felicitaciones por buenas acciones y por ser responsables son tan importantes como las correcciones de los errores.
(6) El amor debe ser expresado no solamente con palabras, sino también tocándoles para facilitar la comunicación.
(7) El disgusto con acciones inaceptables debe ser explicando y no expresado como un ataque sobre el carácter del joven ni con insultos.
(8) No estereotipe al joven. En el análisis final tales acusaciones como "tú eres un mal educado", o "estúpido", o "irresponsable" pueden llegar a ser proyección que el mismo joven tenga de sí mismo.
(9) No les mande mensajes contradictorios: "Puedes ir con los jóvenes, y estará bien, pero recuerda que estaré nervioso hasta que vuelvas a la casa. Sea sincero, definido y justo. Haga que su sí sea sí y su no, no.
(10) Admita sus propias dolencias y frustraciones, especialmente en cuanto a su relación con el joven. Aplique el principio de mandar mensajes congruentes, que está explicado en el capítulo sobre conflictos en el matrimonio. Comience con "A mí me parece..." en vez de atacarle con "tú eres esto..." o "tú haces aquello..."



4. Use una Disciplina Consistente.
El amor de los padres demanda que los adolescentes sean disciplinados, pero el mismo amor busca la disciplina más justa que producirá en el joven el buen estímulo para vivir maduramente. El amor genuino no es permisivo, sino cuidadoso. A la vez, hay que balancear nuestras instrucciones hacia ellos con una vida cristiana que ejemplifique nuestras palabras. El buen ejemplo de los padres ante los adolescentes sirve como una brújula, dirigiendo a los jóvenes en
sus acciones. Tal buen modelo es el mejor medio de disciplina a la disposición de los padres y los apoderados.




La disciplina consistente quiere decir que no le va a castigar al hijo en el momento del antojo ni en una forma caprichosa, sino en amor, buscando que sea la corrección acorde con la gravedad del delito. Si la disciplina no es consistente, pierde su efectividad y a menudo crea resentimiento y frustración en el adolescente. Con los adolescentes hay que tomar tiempo para explicarles
el punto de vista del padre que esta corrigiéndoles. También, es poco útil el castigo físico con los hijos de esta edad; más bien es contraproducente porque ellos lo interpretarán que les estamos tratando como a niños. El castigo físico es muy humillante. El joven responde mejor a privaciones de privilegio o a acciones que corrigen la falta cometida.



5. Deje Que Sean Dirigidos Internamente.
La meta de la juventud es la madurez, pero aquello no se logra por estar dirigido desde afuera sino porque internamente ellos quieren y saben lograrlo. Cuando son niños hay que mandarles, pero cuando llegan a la adolescencia la necesidad cambia: ellos deben desarrollar un sentido de iniciativa y responsabilidad dentro de ellos mismos. Este proceso requiere que el estímulo y la confianza estén puestos en los jóvenes de parte de sus padres.



Una de las mejores maneras para estimular al adolescente es la de permitirle la dignidad de participar en la toma de decisiones especialmente las que le afectan a él. Otros dos motivos importantes hacia la madurez del joven es el de sentir la dignidad del trabajo y el de tomar responsabilidades. Trabajando al lado de los padres en el jardín, en un proyecto o en una parte de los quehaceres del hogar se anima a sentir el valor de su contribución al bien de la familia.
Por el ejemplo de los padres, los adolescentes están estimulados a tomar buenas decisiones. No basta decirles que los vicios les dañarán o que algunos sitios y actividades no les convienen. Hay que mostrarles lo que es un lugar verdaderamente feliz y lo que es un genuino compañerismo para que ellos al encontrarse en una circunstancia ajena o con gente poco decorosa, los reconozcan por lo desagradable que son. Sin embargo, la decisión de quedarse el tal circunstancia, tarde o temprano es de ellos. Tenemos que confiar en que Proverbios 22:6 sea la verdad, y que ellos seguirán los mejores caminos que nosotros les hemos mostrado, en los cuales nosotros también fielmente estamos caminando.



Estos pasos hacia la formación de buenas relaciones con los adolescentes pueden ser chocantes en alguna manera con el modo que actualmente están siguiendo los padres en su trato con sus hijos. Hay que animarles a adoptar e intentar cualquiera de estas ideas que ellos creen que pueden resultar positivamente en la dirección que presentan a los hijos jóvenes. Se requiere
tiempo y buenos resultados para que los padres cambien definitivamente su forma de actuar, de modo que ellos se autoestimulen por su propio intento. Si fracasan en sus primeros esfuerzos de modificar su trato hay que estimulares a volver a probarlo hasta que se sientan que es natural actuar positivamente hacia sus adolescentes.

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