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sábado, 12 de julio de 2008

LAS LÍNEAS DE AUTORIDAD EN EL HOGAR

La autoridad en el hogar tiene dos lados: el lado de los padres que dirigen las vidas de sus vástagos, y el lado de los hijos que responden a la dirección y autoridad de sus padres.

1. Los Padres Expresando Autoridad
Desde el comienzo, los padres han recibido de Dios la autoridad para dirigir el hogar, o sea la relación familiar. Para los líderes de la iglesia es imperativo que sepan gobernar su hogar para poder guiar a la "familia cristiana". (1 Timoteo 3:4, 5, 12.) Es interesante notar que la responsabilidad es igual para los diáconos como para los pastores. Esta necesidad de gobernar bien la familia, que las Escrituras enseñan, no se aplica solamente a un grupo limitado de líderes, sino es el plan fundamental de Dios para todos los padres. Aunque repetidas veces la Palabra de Dios hace hincapié en que el hombre sea la cabeza del hogar, la mujer comparte aquella autoridad como su ayuda idónea. Desde la creación Dios les mandó a ambos: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread..." (Nótese que los verbos son plurales.) Mientras la mujer esté sujeta a su esposo, ella desempeña un papel de equilibrio en el hogar y en la relación conyugal. La verdad es que la mujer es el espíritu unificador del hogar. Están reflejados el sacrificio y el afecto que caracterizan a la madre en el cuidado de Pablo a los cristianos en Tesalónica.(1 Tesalonicenses 2:7,8.) En el mundo hispano, la madre es aun más el ancla y el espíritu unificador del hogar. Esto, en parte, explica la sociedad matriarcal que caracteriza los hogares latinos. Desgraciadamente, muchos padres en muchas maneras y ocasiones han abdicado la mayor parte de la función de la autoridad que les pertenece, dejando que la esposa la ejerza. No debe sorprendernos que el día de las madres iguala o supera a la Navidad en cuanto a expresiones de cariño y aprecio, mientras que el día de los padres apenas se menciona. Esta última verdad es ilustrada por el encabezamiento del periódico, El Nacional de Caracas, Venezuela, que hace un par de años decía: "Felicidades a los Buenos Padres", como si fuera solo un número reducido que merecía las felicitaciones. La situación de las líneas de autoridad en muchos hogares es caótica haciendo de primer orden una comprensión de las directrices bíblicas al respecto. La autoridad de los padres se expresa en muchas formas. Una manera es la del cuidado y provisión material. Pablo dice que el padre cristiano que no lo haga, niega la fe y es peor que los incrédulos. (1 Timoteo 5:8.) Los padres deben pensar primeramente en cuidar el estado físico de los suyos antes de que los hijos sean una seguridad financiera para ellos cuando fuesen viejos. (Fíjese en 2 Corinitos 12:14.) La autoridad también se hace palpitante en la disciplina. Un problema que surge con frecuencia es el de ser severos en la disciplina, faltando en comprender y formar al niño. Cuando el padre es demasiado severo o pretende ser la autoridad final, es natural que los hijos recurran a la madre para su protección y mediación ante el padre. La autoridad se hace patente por medio de la influencia de los padres sobre sus hijos. El patrón que dan los padres es el modelo que seguirán los hijos, para bien o para mal. La instrucción de las Escrituras es muy clara en este punto: "Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él" (Proverbios 20:7). (compare Salmo 78:5-8.) Las pautas que los padres ejemplifican no determinarán la personalidad ni la conducta de sus hijos, pero sí dejarán sus huellas indelebles en sus vidas. De modo que si un niño vive bajo la crítica aprenderá a condenar. Si vive en hostilidad aprenderá a contender; de ser ridiculizado a ser tímido; de ser avergonzado, a sentirse culpable. En cambio, si se goza de recibir tolerancia, aprenderá a ser paciente. También si vive con estímulo (aceptación y reconocimiento), esto producirá en él confianza y él sabrá cómo devolver aprecio. En fin, creamos el ambiente que afecta profundamente la formación sicológica de nuestros hijos. Además, se manifiesta la autoridad de los padres, en que consciente e inconscientemente les enseñamos en cuanto a lo moral, lo espiritual, lo personal y lo social. La promesa fiel de la palabra de Dios es: "Instruye al niño en su camino, y un cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6). Esta palabra "instruye" es "poner en el paladar" como en la acción de dar de comer al infante. No es algo de casualidad, sino algo que se hace con sumocuidado. La etimología de la palabra "educar" es "dirigir por un senda específica." De modo que la enseñanza tiene que ver con la vida del maestro;en este caso, los padres. Si instruimos al hijo a que "persevere en el temor de Jehová todo el tiempo" (Proverbios 23:17), tenemos que estar perseverando de igual modo. El deber de los padres abarca también una comprensión de sus hijos que se expresa en compasión y cuidado hacia ellos. Si hay una queja que los consejeros de los jóvenes oyen con frecuencia es que los padres no comprenden a sus hijos. La necesidad de demostrar comprensión y compasión hacia los hijos existe desde la antigüedad. (Salmo 103:13; Isaías 66:13; Malaquías 4:6.) Pablo da unas instrucciones específicas a los padres al respecto: Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4). Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten (Colosenses 3:21). Así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria. (1 Tesalonicenses 2:11, 12.) Las primeras dos citas de Efesios y Colosenses quedan bien claras en su aplicación al trato que deben dar los padres a sus hijos. La última cita, 1 Tesalonicenses 2:11, 12, indica tres formas positivas de relacionarse el padre con sus retoños. La exhortación es la acción de ponerse al lado de aquellos que uno está instruyendo. La palabra viene del "paracleto" que Jesús usó para describir al Espíritu Santo, que tiene la tarea de confortarnos y confrontarnos pero siempre desde una posición de simpatía, o mejor, de empatía, no por encima de nosotros como el juez. La consolación es la acción de animarnos o levantarnos cuando caemos para ponernos a caminar otra vez. Da la impresión que el padre cree en sus hijos y quiere que estén bien motivados a vivir moralmente. La acción de encargar a los hijos es la de "testificarles" de cómo Dios funciona en la vida y de encomendarles confiadamente a vivir al tanto del llamamiento de Dios. Quiere decir que los hijos serán dignificados y valorizados para realizar las más altas aspiraciones que Dios mismo desea para ellos. El valor y la utilidad de esta perspectiva positiva hacia los niños son incalculables e indispensables para la comprensión de los varios aspectos de la formación del niño, que dentro de poco se tratará.

2. Los Hijos Respondiendo a la Autoridad de los Padres
La Escritura instruye a los hijos a responder respetuosamente a la autoridad de sus padres en por lo menos cuatro maneras:

(1) Deben honrarlos: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da" (Éxodo 20:12). Este es el primer mandamiento con promesa (Efesios 6:2, 3), que quiere decir que la vida les irá bien a los hijos que honran a sus padres. Aquel honor se expresa en respeto, reverencia y aprecio aun cuando los padres no lo merecen. Algunos niños y jóvenes cristianos que tienen padres inconversos a veces preguntan: "¿Tengo que honrar a mis padres aunque vivan inmoralmente y me quieran llevar por una vida de destrucción?" La respuesta es que deben resistir a vivir inmoralmente o cometer lo que sería destructivo; pero sí deben tener cuidado de que en su corazón no haya sentimientos destructivos hacia los padres (Mateo 15:4), sino deben mostrarles un sentido de compasión y querer que los padres conozcan al Señor y que busquen hacer bien al prójimo.

(2) Deben obedecerlos. El principio que Dios plantea a los hijos es el de "obedecer" a los padres en todo porque esto agrada al Señor (Colosenses 3:20) y además "es justo" (Efesios 6:1). Pablo opina que la rebelión contra los padres proviene de la mente reprobada, y merece el fuerte castigo. (Romanos 1:28-32.) Como el caso ya mencionado de los hijos cristianos de padres inconversos, aquellos hijos han experimentado la bendición de obedecer a Dios, el "Padre" celestial, y por lo tanto han recibido unos recursos divinos a los cuales debe recurrirse; son: la gracia, el amor, el perdón, la comprensión y la esperanza. Deben utilizar constantemente aquel medio de influencia para bien a sus padres: la oración. Su lealtad a Dios les da la capacidad de obedecer en amor a sus padres. Cuando los hijos cristianos muestren esta actitud positiva de servir a sus padres, sean creyentes en Cristo o no, hay más probabilidad de ganar su respeto y disfrutar mayores privilegios. También es más probable que por medio del trato amoroso los padres inconversos se dejen guiar al conocimiento del Señor.

(3) Deben seguir sus instrucciones. Cuando la Biblia menciona que los hijos deben seguir las instrucciones de los padres, se refiere directamente a las instrucciones de la ley moral, la sabia enseñanza de las verdades eternas de Dios. Cuando el escritor de Proverbios se presenta como un padre sabio y habla de guardar "mis mandamientos" y "mi ley", él está solamente proyectando sus instrucciones a base de las divinas. (Proverbios 3:1-6; 4:1-4, 20-22; 6:20-23.) Entonces las instrucciones que Dios quiere que los hijos reciban y sigan son las que les conducen a los cambios de la vida sabia, que glorifican a Dios, al hombre y al hogar.

(4) Deben ser responsables. Cuando las escrituras hacen hincapié en que los hijos deben actuar sabiamente, están enfocando la necesidad de que ellos acepten la responsabilidad de sus determinaciones y que demuestren prudencia en sus relaciones. (Proverbios 3:1-12; 23:15, 16.) El paso de seguir las instrucciones de los padres resulta en la formación de un carácter estable y unas relaciones sensatas. Además alegra los corazones de los padres. (Proverbios 23:15, 16.) De este modo la autoridad que Dios imbuye en los padres completa su ciclo cuando los hijos responden respetuosamente y viven con cuidado según el mismo criterio. Así ellos participarán en la misma autoridad, porque demuestran que son hombres justos.

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