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sábado, 12 de julio de 2008

LA FORMACIÓN DE LOS NIÑOS

Además de la autoridad que los padres deben ejercer sobre los hijos, también necesitan una comprensión de lo que está pasando en los cuerpos, mentes y espíritus de sus retoños, para poder guiar sus vidas. La formación de los niños abarca por lo menos cinco áreas: la física, la social, la mental (intelectual), la sicológica (emocional) y la moral.

1. La Formación Física
El desarrollo físico es el primer determinante de lo que los niños aprenden a hacer. A medida que crecen y desarrollan sus huesos y músculos, el niño es capaz de realizar diferentes formas de actividad. La rapidez con que los pequeños aprenden pericias con sus cuerpos, manos y pies depende no solamente de su desarrollo físico sino también de la motivación y la oportunidad de participar y funcionar. Por consiguiente, es indispensable que los niños tomen parte, tan pronto como sea posible, en el cuidado personal, los quehaceres y las tareas comunes de la vida familiar. No se debe hacer por ellos lo que pueden hacer por sí mismos. El niño responde a su tamaño y forma, y esta reacción es de alta importancia. Si se siente que es diferente porque es bajo de estatura o un poco gordo, puede volverse tímido o, al contrario, ser agresivo, travieso y destructivo. El burlarse de un niño porque es "diferente" puede resultar en crear en él una imagen de inferioridad o peculiaridad. Debemos valorizar al niño tal como es para que él sepa aceptarse a sí mismo.

2. La Formación Social
Es a través de los padres que el niño concibe el mundo. Desde los días de la cuna, el niño está creando en sí una imagen de cómo relacionarse. Erik Erikson describe una serie de crisis en la formación de la personalidad en los hijos. Primeramente, el infante sufre la crisis de confianza. El confía naturalmente en la madre por el sostén, el cariño, el calor y la atención. ¡Fíjese en la inseguridad que se crearía en el infante que no encuentra estos elementos básicos en la madre o en la persona que le cuida! Pero si gana confianza debido a la protección y cuidado que recibe, se formará una libertad en él para desarrollar sentidos de seguridad hacia otros, y aun hacia Dios. Segundo, Erikson mantiene que desde los dieciocho meses hasta los cuatro años la meta del niño es la de autonomía o de una leve independencia. Por eso pasan por un período de resistencia, desafío y argumentación. También demuestran egocentrismo, pero esto es solamente parte el desarrollo de su consciencia de sí mismo. Dobbins enseña que primeramente el niño expresa consciencia de sí mismo, después consciencia hacia Dios y luego consciencia para tomar decisiones. La tercera crisis en los niños de cuatro a seis años es en cuanto a la iniciativa. Esto quiere decir que el niño se goza jugando y experimentando los objetos de su rededor, pero encuentra que a menudo hace cosas del desagrado de los padres. El quiere agradarlos, pero no comprende el sistema de valores de los padres; y todo esto resulta para el niño en unos sentimientos de culpabilidad. El vuelve a tomar la iniciativa para aprender nuevas cosas cuando gana confianza y entiende los límites puestos por los padres sobre sus acciones. La crisis sicosocial de los niños de seis a once años se encuentra en el concepto de competencia (o diligencia) contra sentidos de inferioridad. Por los contactosen la escuela, el niño se entera rápidamente en los modales aceptables, la capacidad en el aprendizaje (o lo contrario) y los hábitos de trabajo. El nivel de competencia o rivalidad es de suma importancia en el desarrollo de la confianza que el niño necesita en el mundo. Además, la competencia se ve en "la buena educación" que está inculcada en los niños: los buenos modales, el respeto, la cortesía, etc. Al experimentar las buenas relaciones que se forman por saber cómo expresarse hacia los demás, crea la capacidad de superar los sentidos de inferioridad.

3. La Formación Mental (Intelectual)
Los niños no piensan como los adultos. Durante la infancia aprenden por los sentidos del tacto, gusto y olfato. No aprenden tanto por nuestras palabras, sino de los dos años hasta los siete años, su aprendizaje viene directamente de su contacto con los objetos, personas, etc. Además, en este lapso lo que vale es su propia percepción de las cosas. La necesidad de la experimentación en el aprendizaje sigue hasta aproximadamente los once años, aunque cada vez más el niño agrega y balancea la experimentación con conceptos lógicos y concretos. En los primeros años de escuela, el niño tiene dificultad en percibir abstracciones o dimensiones más allá de la superficie de los datos y los conceptos. Por eso es difícil enseñarle mucho acerca de la Trinidad y la encarnación, pero sí puede sentir y gozarse del amor de Dios, la emoción del nacimiento de Jesús y el deseo de orar. En fin, el niño puede experimentar a Dios sin comprender la profundidad ni el alcance de la experiencia.

4. La Formación Sicológica (Emocional)
Indudablemente el factor de la formación de los niños que menos entendemos como padres, y que más necesitamos entender, es el sicológico y emocional. Lo cierto es que nuestra propia imagen es la que proyectamos hacia los hijos. Si los padres se sienten incapaces e inseguros, si tienden siempre a defenderse y justificarse, también tenderán a atacar al niño con su mismo sentido de inferioridad y culpabilidad. A estos padres suele escuchárseles gritar a sus hijos: "Tú eres un bruto", "Tú eres un inútil", o "Tú eres malo", etc. Tales insultos traen al niño los pensamientos de que él es malo y que no merece ni el aprecio ni el amor. Algunos niños responden a este trato brusco e insensible siendo cohibidos y tímidos, mientras otros se rebelan para manifestarles a los padres que son tan malos como ellos les dicen. James Dobson y otros sicólogos creen que la imagen personal, o el sentido de autoestima, es la clave a la adaptación y el desarrollo del niño. El comportamiento del niño es la expresión de la imagen interna que lleva. Podemos ayudar al niño al demostrarle amor, aceptarle con sus peculiaridades (las heredó de nosotros de todos modos), alabarle y tomarle en cuenta. La tendencia es corregir al niño por todos sus errores, sean pequeños o grandes, pero faltamos en felicitarle cuando hace bien. Es acertada la pregunta de un seminarista: Si los padres trataran a sus amigos como tratan a sus hijos, ¿cómo podrían conservar las amistades? Si los padres desean ser respetados por sus hijos, hay que tratarles de igual manera. Suena muy parecido a la regla de oro (Mateo 7:12), ¿no?

5. La Formación Moral
Los valores morales también se aprenden en el contexto familiar y en el medio que rodea al niño. Todos tenemos un sistema de valores que estamos construyendo desde los primeros días de la vida. Desde el principio los niños aprenden valores morales experimentando lo que les causa placer y dolor. Es decir, lo que sea permitido y agradable, lo adoptarán y lo que les traiga castigo, sanción y dolor, dejará sus huellas negativas en las conciencias de los impresionantes niños. Sin embargo, juntamente con el castigo los padres deben enseñar al niño lo que es correcto, de otro modo crean en el niño ansiedad y confusión. Además, los padres deben ayudar a sus vástagos a sentir un placer moral no solamente por aprobar sus proezas o darles presentes, sino también por guiarles a sentir la satisfacción, gozo y paz que viene al vivir en amor, justicia y honestidad. La problemática de inculcar en los niños un sistema cristiano de valores está complicada en este siglo XX, especialmente en los centros urbanos. Hay más divorcios y hogares destrozados, más niños abandonados, más movilidad y cambios de vivienda y comunidades; y hay mayores problemas con drogas, atracos, pornografía y una degeneración moral pública en general. También hay un número elevado de madres que trabajan fuera del hogar. La influencia de la radio, televisión y la prensa sobre nuestros criterios es incalculable. Agregamos a todo esto el apuro en que vivimos y así vemos que están frustrados los deseos de poner en práctica el sistema de valores cristianos que acentúa la decencia, la honestidad, el amor, la santidad, la justicia y el servicio. Aunque es más difícil vivir la vida cristiana en el mundo actual, debemos tener la plena convicción que todavía vale la pena. La vida moral produce un alto grado de felicidad y satisfacción cuando vivimos al tanto de las convicciones, decisiones, actitudes y prácticas que aprendemos por seguir a Cristo y su modo de relacionarse a otros. Por lo tanto, los padres cristianos deben vivir la vida cristiana confiando en que su influencia arrojará una sombra alentadora sobre sus hijos.

1 comentario:

Nuestra Salud dijo...

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